O cómo separar tu plata sin enredarte la vida
¿Te ha pasado que cobras, te sientes rica por unos días, y de pronto… ¡puf! no sabes en qué se fue todo? No estás sola. A mí me pasaba siempre hasta que una amiga me contó el famoso truco de los “bolsillos”. No son bolsillos reales (aunque podrías usarlos si quisieras), sino una forma simple de dividir tu dinero según para qué lo vas a usar. Y aunque suena muy básico, hay ciencia detrás de esto: se llama contabilidad mental, y es una de las herramientas favoritas de la economía conductual.
Te lo cuento fácil, como siempre.
¿Por qué funciona este truco?
Nuestro cerebro no siempre toma decisiones lógicas con la plata. A veces gasta de más en tonterías porque lo ve como montos pequeños y aislados, pero luego se estresa por no tener para lo importante. ¿La razón? Solemos mezclar todo el dinero como si fuera un solo saco y eso hace que llevar las cuentas sea más costoso en términos de los cálculos que hay que llevar. En cambio, cuando dividimos la plata en “bolsillos mentales” (uno para gastos fijos, otro para ahorro, otro para gustos, etc.), nuestro cerebro se organiza mejor. Es como si al separar el dinero, también separáramos nuestras decisiones. Y eso ayuda a simplificar las cosas a la hora de enfrentarte a la clásica pregunta de “¿será que sí me alcanza para esto?”.
¿Cómo se hace en la vida real?
No necesitas apps raras ni una maestría en Excel. Te doy un ejemplo sencillo:
- Bolsillo 1: gastos fijos
Arriendo, servicios, transporte, deudas. Todo lo que sí o sí tienes que pagar. Este es el bolsillo sagrado: no se toca. Puntos extra si cada gasto fijo tiene su propio bolsillo, pero para comenzar, no es necesario ese nivel de detalle. - Bolsillo 2: uso diario o semanal
Aquí va lo que usas para comer, moverte, y vivir el día a día. Puedes darte un “sueldo semanal” y pagar todo desde ahí. Lo ideal es no mezclarlo con los otros bolsillos. - Bolsillo 3: ahorro y metas
¿Quieres viajar? ¿Tener un fondo de emergencia? Lo que pongas aquí es para ti, pero en el futuro. Y sí, aunque sean $50 a la semana, todo suma. La idea es que este bolsillo es similar a una alcancía, donde metes dinero con cierta frecuencia. - Bolsillo 4: gustos sin culpa
Este es el que te permite tomar un cafecito rico, salir con amigas o darte un gusto sin sentirte mal. No es “gastar mal”, es planear para disfrutar. Considera este monto desde tu presupuesto mensual y así no hay estrés de que te pasaste.
Puedes usar sobres físicos, cuentas bancarias separadas, una billetera digital con subcuentas o simplemente tenerlo claro mentalmente. Lo importante es que tú sepas cuánto hay en cada bolsillo y para qué es. Ya si quieres ganarte una estrellita de mi parte, les puedes poner colores, stickers o íconos diferentes.
¿Y si ya estoy desordenada?
Empieza con el próximo ingreso que recibas. Así sea poco, reparte un poquito en cada bolsillo. Y si no puedes hacerlo todo de golpe, empieza con dos: el de gastos fijos y el de uso diario. Ya con eso vas a notar una diferencia.
Al final, se trata de hacerle la vida más fácil a tu cerebro. Cuando cada peso tiene un lugar, no necesitas pensar tanto cada vez que compras algo. Y eso te da paz, que en este mundo acelerado, es casi un lujo.
¿Tú usas algún truco parecido? Me encantaría leerte en los comentarios.
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